Nuestra individualidad nos hace únicos, tanto que cada uno de nosotros experimentamos las emociones de forma subjetiva. En el diseño de interiores esta subjetividad emocional se acrecienta, pues cada elemento dispuesto nos hace sentir de forma diferente dependiendo de su color, su forma, su tamaño, su textura,…, al tiempo que el conjunto nos hace sentir de igual o diferente manera. Es el interiorismo emocional, una disciplina en la que trabajamos los espacios interiores de forma más profunda.
Tradicionalmente, en el interiorismo se ha trabajado la estética, cómo conseguir un determinado resultado visual, agradable para el cliente, dejando “olvidadas” sus percepciones y sensaciones tanto del conjunto como de cada uno de los elementos que visten el espacio, primando la comodidad ante la salud emocional.
Lo que buscamos con el interiorismo emocional es profundizar en el estudio de los espacios interiores para convertirlos en creadores de emociones positivas, lugares que mejoren la energía y en los que llegues a sentirte tú mismo, sin olvidar que la comodidad vendrá derivada de nuestro bienestar tanto físico como emocional.
En nuestro día a día pasamos la mayor parte del tiempo entre paredes, ya sea en nuestra casa o en otros edificios. Y sólo en nuestro espacio particular podemos elegir qué queremos sentir, ya sea a través del color, la forma, los materiales,…
No debemos perder la oportunidad de crear nuestro espacio sensorial, vital, optimista, confortable,…, para lo que aplicaremos el conocimiento moderno sobre psicología del color, la ergonomía, las texturas,…
Con respecto a la aplicación del color, uno de los puntos más importantes a la hora de crear un hogar para las emociones, hemos de tener en cuenta dos aspectos. Por una parte, la psicología del color nos ayuda a producir efectos concretos en las personas, y por otra, la cromoterapia nos ayuda a influir en los estados de ánimo.
Combinar colores en un espacio puede hacer que queramos permanecer en un lugar o no estar allí. Además, la interrelación entre color y luz, su equilibrio, son el gran aliado del interiorista emocional para transmitir matices o crear sensaciones, como la percepción de las dimensiones o proporciones de una sala.
La estética es otro de los aspectos a tener en cuenta. Un entorno barroco, lleno de adornos produce unas sensaciones distintas a las de entornos sencillos, con líneas rectas y depuradas, que aportan limpieza y armonía en el espacio, y la mayoría de las veces funcionalidad.
Este último aspecto estético se complementa con la decoración emocional, “llenar” tu espacio vital de piezas que para ti sean atemporales, que no te canses de ellas, conseguir la armonía adaptando tu casa y su decoración con tu yo emocional.
Los materiales deben ser naturales. Elementos constructivos y muebles han de buscar una vuelta a lo natural. Por ejemplo, la utilización de tejidos de lino o mobiliarios 100% naturales evitará aportar componentes dañinos a tu hogar. En este sentido, las plantas son un elemento primordial en la filosofía del interiorismo emocional, ya que aportan naturalidad y restan artificialidad a los hogares. Elegir la adecuada es muy importante, porque además de purificar el aire también eliminan sustancias que pueden resultar nocivas.
La aromaterapia es otro aspecto a tener en cuenta. Se trata de conseguir una mejora de las sensaciones y una mayor comodidad cuando entras a un hogar o a una estancia determinada. Los olores agradables tienen un efecto inconsciente en nosotros, ya que nuestro cuerpo segrega una serie de endorfinas cuando un olor nos resulta agradabe. A la hora de elegir la fragancia de un hogar, además de ser de nuestro agrado, debemos tener en cuenta que no sea ni muy fuerte ni pesada, ya que puede llegar a cansarnos.
Hemos de utilizar el interiorismo emocional como la herramienta que haga de nuestro hogar el reflejo de nuestro estilo de vida, que cubra las necesidades presentes y futuras, tanto de nosotros como de nuestras familias.