La guerra contra el Covid-19 se libra en diversos frentes y escenarios. Pero la guerra contra el confinamiento se libra en cada uno de los hogares, no sólo de nuestro país, con imaginación y resignación, individual o colectivamente, pero con un común denominador: la necesidad de repensar la arquitectura vital y el urbanismo.
La guerra contra el Covid-19 se libra en diversos frentes y escenarios. Pero la guerra contra el confinamiento se libra en cada uno de los hogares, no sólo de nuestro país, con imaginación y resignación, individual o colectivamente, pero con un común denominador: la necesidad de repensar la arquitectura vital y el urbanismo.
Estamos viviendo un gran momento histórico, y como en la mayoría de ellos habrá cambios. Y en esta ocasión, el futuro de la construcción y la arquitectura están en el punto de mira de profesionales y clientes como paradigma del cambio. No es la primera vez que la arquitectura, pública y privada, será reinventada como respuesta a una enfermedad global.
El grito de guerra #quedateencasa es el punto de partida de la batalla del confinamiento, un tiempo indefinido, más o menos largo dependiendo de la subjetividad personal, que nos deja fenómenos como la “vida” en los balcones, una válvula de escape para el estrés ocasionado por la reclusión en nuestras jaulas de ladrillo y cemento.
Si nos fijamos en el entorno que nos rodea, la inmensa mayoría vivimos en cajas con alguna ventana. Tener un balcón, ya no decimos una terraza, es un lujo, ya que desde hace unos años la tendencia es a minimizarlos o hacerlos desaparecer.
Otra tipología, mediterráneamente hablando, está presente mayoritariamente en nuestros pueblos, jalonados con casas de gruesos muros, de varias plantas con patio y, en algunos casos, con huertos que suelen albergar naranjos, limoneros, árboles frutales o plantas con flores de temporada. El escenario ideal para disfrutar de un confinamiento en contacto con la naturaleza. El modelo más actual de este tipo de vivienda serían los adosados, con o sin jardín, pero la mayoría de veces con un patio o terraza.
Desde el punto de vista del arquitecto, esta dicotomía habitacional debe servirnos como punto de partida para cambiar el modelo vital, generar nuevas propuestas enfocadas en crear hogares seguros, confortables, en los que puedan convivir un hogar, un lugar de trabajo, la zona de ocio y, para los que tengan niños o los tengan en proyecto, un parque infantil. Todo ello con vistas a tener en un futuro una mejor calidad de vida.
Resistiré, el himno forjado en un balcón que no podemos hacer eterno.
Ahora más que nunca, es fácil identificar las carencias que, por motivos económicos, sociales, habitacionales, tenemos en nuestras viviendas. El boom de la construcción, además de múltiples deficiencias en la construcción, trajo casas muy pequeñas, con paredes muy finas que dejan pasar hasta el más leve murmullo, sin espacios para almacenar y eliminando elementos como el bidet a los que, ahora sí, les vemos la gran utilidad (y echamos de menos). Los balcones y terrazas se crearon para almacenar todo aquello que no cabe en las casas, o para ganar espacio y conseguir una nueva habitación soleada aprovechando los socorridos cerramientos.
Y en momentos como este, ya sea una ventana, un balcón o una terraza son la vida. La salida diaria al mundo exterior, aprovechado hasta el último rincón para cantar, bailar, tomar el sol, comer, tomar un café, hablar con los vecinos, grabar los vídeos de Tik Tok,…, y agradecer a los héroes modernos su dedicación e implicación para salvarnos de la pandemia.
En un futuro, no muy lejano, los balcones y terrazas deberían revivir, renacer, llenarse de verde. Es deprimente ver las imágenes en televisión o las redes sociales de balcones de cemento, impersonales, con vida humana pero sin vida propia. Debería ser un ejercicio obligatorio llenar de vida nuestros balcones y terrazas, como ejercicio de purificación. Macetas y jardineras deben ser elementos básicos de las “nuevas” construcciones, al igual que la apuesta por los jardines verticales, hermosos bosques fachada que ayuden a purificar el aire, reducir la temperatura ambiente, regular la temperatura, reducir el ruido ambiental interior y exterior, y promover la biodiversidad en la ciudad.
Un compromiso que debe reflejarse cuando caminemos por nuestras ciudades y levantemos la vista para contemplar la naturaleza en nuestros hogares.
Hay vida más allá de los balcones.
Tan importante o más que la vivienda exterior, lo será la nueva configuración de la vivienda interior.
A la hora de proyectar una nueva vivienda, seguro que los clientes nos plantean su necesidad de disponer de mayor confort. Pero el quid de la cuestión es cómo se define ese confort. Desde nuestro punto de vista, aspectos como las dimensiones, los metros cuadrados, la cantidad de habitaciones o la disposición y forma de la piscina quedarán relegados a un segundo plano, para dar paso a aspectos más propios hasta ahora de la arquitectura biosostenible.
En este sentido, primaremos la orientación de la vivienda, para aprovechar la luz y las corrientes de aire o la ventilación cruzada. Buscaremos la funcionalidad en la flexibilidad, para aprovechar el espacio y conseguir maximizar el almacenamiento, o generar espacios con usos múltiples dependiendo de las necesidades del momento.
Pero todo esto es pura teoría si no se cambian las normas de edificabilidad que constriñen con estándares absurdos toda chispa creativa de tantos arquitectos e interioristas.
Lo más importante ahora es salir de esta situación orwelliana, para poner en práctica las ideas y conceptos de los que nacerá el nuevo concepto de hogar. Y desde Pepe Cabrera, nuestro compromiso, es aportar todo nuestro savoir-faire en arquitectura, arquitectura biosostenible e interiorismo para conseguirlo.